Desde mi experiencia profesional he podido disfrutar del acompañamiento a muchos niños y adolescentes en momentos difíciles de su vida. A todos en general, les daba mucho miedo tener que hablar con una extraña de las cosas que les pasaba, y en el primer contacto se mostraban distantes y temerosos. La psicoterapia humanista, que es en la que yo me apoyo para realizar mi trabajo, es un compendio de enfoques terapéuticos (Gestalt, sistémica, psicoanálisis, análisis transaccional) que acompañan a los niños y niñas desde lo que ellos traen a la consulta. A través de técnicas que tienen que ver con el arte, la narración, el juego y el movimiento corporal, intento que cada niño y niña pueda aprender a expresar lo que le pasa, cómo le pasa y cuándo le pasa. Ellos van ordenando su información del entorno, y dan significado a su historia personal. Por tanto mi trabajo se centra en cómo cada persona vive sus acontecimientos vitales, que normalmente están entrelazados por emociones mal digeridas y pensamientos y creencias erróneas o limitantes. Intentamos que, observando y dándole nuevos significados a las emociones y los pensamientos, las acciones acompañen este movimiento. 

En el caso de los niños y niñas de altas capacidades, este trabajo es, si cabe, más delicado. El trabajo de acompañamiento con ellos y ellas, no sólo compete la gestión cognitiva o de conocimientos. La Alta Capacidad engloba muchas áreas del desarrollo de los pequeños. Asumiendo que la alta capacidad no tiene por qué mostrar un único perfil homogéneo de características personales, podemos hacer una aproximación sobre el perfil emocional de esta población. Es muy importante tener en cuenta estas características emocionales ante cualquier apoyo y acompañamiento a niños de alta capacidad.

Dabrowski (1964) recogió las siguientes características emocionales:

  • Intensidad emocional
  • Alta sensibilidad hacia los sentimientos de los demás
  • Elevada autoconciencia
  • Sensación de ser diferente
  • Idealismo
  • Fuerte sentido de la justicia
  • Desarrollo temprano del locus de control interno
  • Altas expectativas
  • Perfeccionismo
  • Necesidad de coherencia entre los valores abstractos y las acciones personales
  • Niveles avanzados de funcionamiento moral
  • Temprana preocupación por la muerte
  • Altos niveles de energía
  • Sensibilidad por la estética

Roeper (1982) subrayó la empatía y la compasión. Estos niños y niñas tienen una visión más compleja de su entorno, una conciencia más profunda de sí mismos y una mayor necesidad de desarrollo y de influir en el mundo.

Un número considerado de autores  confirma que el colectivo de superdotados muestra una capacidad afectiva más profunda y mayor reactividad ante bajos niveles de estimulación (Ackerman, 2009; Lovecky, 2004; Piechowki, 2008; Roaper, 1982; Silverman, 1993)

Así mismo, varios autores señalan que la sensibilidad, intensidad emocional y el perfeccionismo son mayores en los sujetos con altas capacidades que sus iguales normativos (Ackerman, 2002; Clack, 2008; Freeman, 1983, 2006; Gross, 2002; Lovecky, 2009; Mofield y Parker, 2015; Schuler, 2002).

En el listado de características que describirían a personas con altas capacidades, aparece de forma importante la DISINCRONIA. Este problema se define como la falta de sincronización entre el desarrollo intelectual, social, afectivo y motor de una misma persona. La falta de armonía en las diferentes áreas, genera confusión, ansiedad y malestar, tanto interno como externo. La disincronia interna se refiere a los ritmos heterogéneos en el desarrollo de sus relaciones, su emotividad, su manera de entender el mundo. Son capaces de captar mucha información que puede tener una fuerte carga emocional, sin embargo, cognitivamente no siempre son capaces de procesarla. Esto les genera angustia y ansiedad. La disincronía externa tiene que ver con la heterogeneidad en los entornos y relaciones. Se puede dar un desfase entre la norma interna de la persona sobre cómo debe funcionar el mundo, y la norma social aceptada.

Esto nos lleva a que los niños y niñas con altas capacidades piensan más rápido que su capacidad comunicativa; tienen una manera particular de entender lo que pasa interna y externamente, que no siempre es comprendida por los demás; los niños y niñas sienten tan intensamente y con tantos matices que pueden llegar a tener descontrol en la capacidad motora. Todo esto hace que sus ideas, propuestas, acciones y comportamientos se perciban por el entorno como desajustadas, discordantes y/o incluso pedantes. Las respuestas sociales de extrañeza y/o rechazo que reciben entonces pueden ser el germen de sentimientos de poca valía, de tener una  capacidad que no vale. Esto desemboca en una pobre imagen de sí mismos, dañando su autoconcepto.

Nuestra autoimagen se va construyendo gracias a las respuestas que recibimos del exterior en relación a nuestro comportamiento. Primero nuestros padres, y después nuestro entorno próximo. Las primeras interacciones con nuestros progenitores nos permiten desarrollar expectativas sobre la disponibilidad de éstos. Así se va generando un vínculo afectivo, que nos hace ir desarrollando cierta confianza con el mundo. Según la teoría del Apego (Desarrollada inicialmente por John Bowlby) si son cubiertas las necesidades básicas del bebé (alimentación, cuidado, afecto) de forma coherente y repetitiva, se genera un vínculo seguro que se irá consolidando en un desarrollo evolutivo sano. 

Si no se cubren suficientemente bien estas necesidades, el bebé entenderá que el mundo no responde a sus necesidades, por lo que lo percibirá como amenazante e inseguro. Desde este apego primario, se va configurando la personalidad del niño y la niña. Así los que tengan un apego seguro, confiarán más en sus posibilidades de éxito en el entorno próximo; mientras que los que tengan un apego inseguro desarrollaran una personalidad ansiosa, evitativa del conflicto y desorganizada, con poca sensación de posibilidades de éxito.

La falta de sincronía, dificultará la regulación emocional, la construcción sana de la identidad, y daría como resultado una personalidad caracterizada por una fuerte inseguridad interna, que se manifestará en el exterior. Esto haría que la persona desarrollara programas de conducta desajustados con la realidad y poco adaptativos.

Este desajuste se puede observar externamente en problemas de conducta y fracaso escolar. Desde el informe del Ministerio de Educación “Alumnos precoces, superdotados y con altas capacidades” se afirma que el fracaso escolar entre estos alumnos oscila entre el 35% – 50%, e incluyendo el bajo rendimiento como fracaso escolar (que el niño o la niña muestre un rendimiento por debajo de sus capacidades), podemos llegar al 70%.

Por tanto, vemos que es importante abordar el área personal (cognitiva, emotiva, conductual y socialmente) en personas con altas capacidades, como forma de prevenir y/o paliar las posibles dificultades que pueden desarrollar a lo largo de su vida.

Una de las etapas que vemos de máxima vulnerabilidad es la preadolescencia y la adolescencia. Esta es una etapa de transición entre la etapa infantil y la adulta. Es, en sí misma, una etapa definida y definitoria, en la que existen muchos cambios a todos los niveles humanos (fisiológicos, cognitivos, emocionales, sociales, culturales) y todos se dan en el mismo espacio de tiempo. Esto genera mentes confusas, labilidad emocional y conductas desafiantes.

Demostrada la plasticidad neuronal del cerebro, que hace que esté en constante evolución, vemos necesario poner mirada en las necesidades específicas de este tipo de jóvenes. Su adolescencia previsiblemente, no será fácil. Los padres se sentirán muy perdidos y se hará necesaria una intervención psicológica centrada en acompañar este tránsito a todo el núcleo familiar. Pedir ayuda con carácter preventivo es una inversión tan importante como cualquier otra actividad.  Es hora de que tomemos conciencia  de que las personas con Altas Capacidades son   población de especial vulnerabilidad. Afrontar dicha vulnerabilidad es un ejercicio de comprensión y empatía, acercamiento, ensayo y error. Son personas que no suelen encontrar espejos donde mirarse, porque no hay modelos visibles para ellos. Necesitan abrirse camino, apenas sin referencias. Con todo su miedo e inseguridad, hipersensibilidad y confusión, necesitan abrir una nueva vía, nunca recorrida antes, para poder llegar a ser personas completas. Este trabajo es una gran necesidad para ellos. No esperemos a que enfermen o fracasen.